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jueves, 3 de junio de 2010

LA PELEA DEL SOL Y LA LUNA. MITO

EL HAIN Y EL MITO ONA DE LA PELEA DEL SOL Y LA LUNA
Hace mucho, mucho tiempo, Krren, el Sol, y Krah, la luna, vivían en la tierra de los onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones, a quienes trataban como a sirvientes, obligándolos a cumplir con las tareas más bajas. Entonces eran ellos los encargados de cargar los bultos, cocinar, cuidar a los bebés o acarrear el agua hasta las chozas. plumas. Los hombres, mientras tanto, escuchaban los gritos y no se atrevían a acercarse por miedo a contrariar a los espíritus convocados. Pero un día tres hombres jóvenes, osados y curiosos llamados Sit, Kehke y Chechu se resolvieron a espiar a las mujeres durante el hain. Querían saber qué pasaba en la choza prohibida y develar el secreto del poder femenino. Los tres hombres se fueron acercando con sigilo, mirando atentamente a su alrededor y ocultándose cuando les parecía necesario. los temidos espíritus no eran más que sus propias mujeres, a quienes reconocieron una por una. Lleno de rabia, Sit lanzó un fuerte silbido de aviso, y todos los hombres corrieron hacia la choza donde se desarrollaba el hain provistos de piedras y palos. Todos juntos se lanzaron contra las mujeres y las golpearon hasta matarlas.. Comprendieron que no podrían seguir viviendo allí y decidieron marcharse. Hombres, niños y niñas pequeñas se dirigieron hacia el Este, muy lejos, más allá de los mares, donde el mundo se acaba. Y allí se quedaron durante mucho tiempo, llorando a sus mujeres muertas y su soledad. luego los honbres dominaron el mundo mientras las mujeres, privadas de la protección de Krah, fueron sometidas para siempre. Después de la derrota, Krah, desesperada de dolor y humillación, se sumergió en el mar, nadó hasta el horizonte y desde allí subió al cielo, las otras jovencitas comienzan a esconderse hasta desaparecer. La Luna es rencorosa, recuerda siempre el tiempo en que era reina y señora y no perdona a los onas, que ayudaron a Krren a destronarla. Por eso envía desgracias a la Tierra y se lleva a los niños cuando las madres se descuidan. por eso los honbres no se alejan de sus toldos por las noches, no se unen con sus mujeres en luna llena y convocan a los hechiceros para que, con sus cantos, destruyan el influjo de Krah. Muchas veces la maldicen levantando sus puños hacia el cielo, ordenándole que se vaya y deje de enviarles tormentas y enfermedades. Ella, como si obedeciera, desaparece por unos días, pero luego, burlonamente, vuelve a asomarse. Una vez cada tanto, Krah no adelgaza sino que empieza a ponerse oscura y permanece así, como tiznada por el odio. Entonces los onas siguen el mandato de sus hechiceros y resisten ensimismados, rogando todos juntos para que pasen pronto las horas angustiosas del eclipse. (*)


EL HAIN Y EL MITO ONA DE LA PELEA DEL SOL Y LA LUNA

Un shoort, uno de los principales espíritus que participaban del principal rito ona.


Los onas se autodenominaban "selkans", hombre de a pie. Eran básicamente cazadores. Habitaron en la Isla de la Tierra del Fuego. A comienzos del siglo XX, fueron sometidos a un exterminio por los estancieros dedicados a la crianza de ovejas. Algunos pocos lograron sobrevivir en misiones salesianas. Una obra clásica sobre los onas surgió del tesón del antropólogo austríaco Martín Gusinde quien, en la década de 1920, convivió con los onas y presenció su ritual fundamental, el hain. El 1983,
EL HAIN Y EL MITO ONA DE LA PELEA DEL SOL Y LA LUNA
Hace mucho, mucho tiempo, Krren, el Sol, y Krah, la luna, vivían en la tierra de los onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones, a quienes trataban como a sirvientes, obligándolos a cumplir con las tareas más bajas. Entonces eran ellos los encargados de cargar los bultos, cocinar, cuidar a los bebés o acarrear el agua hasta las chozas. plumas. Los hombres, mientras tanto, escuchaban los gritos y no se atrevían a acercarse por miedo a contrariar a los espíritus convocados. Pero un día tres hombres jóvenes, osados y curiosos llamados Sit, Kehke y Chechu se resolvieron a espiar a las mujeres durante el hain. Querían saber qué pasaba en la choza prohibida y develar el secreto del poder femenino. Los tres hombres se fueron acercando con sigilo, mirando atentamente a su alrededor y ocultándose cuando les parecía necesario. los temidos espíritus no eran más que sus propias mujeres, a quienes reconocieron una por una. Lleno de rabia, Sit lanzó un fuerte silbido de aviso, y todos los hombres corrieron hacia la choza donde se desarrollaba el hain provistos de piedras y palos. Todos juntos se lanzaron contra las mujeres y las golpearon hasta matarlas.. Comprendieron que no podrían seguir viviendo allí y decidieron marcharse. Hombres, niños y niñas pequeñas se dirigieron hacia el Este, muy lejos, más allá de los mares, donde el mundo se acaba. Y allí se quedaron durante mucho tiempo, llorando a sus mujeres muertas y su soledad. luego los honbres dominaron el mundo mientras las mujeres, privadas de la protección de Krah, fueron sometidas para siempre. Después de la derrota, Krah, desesperada de dolor y humillación, se sumergió en el mar, nadó hasta el horizonte y desde allí subió al cielo, las otras jovencitas comienzan a esconderse hasta desaparecer. La Luna es rencorosa, recuerda siempre el tiempo en que era reina y señora y no perdona a los onas, que ayudaron a Krren a destronarla. Por eso envía desgracias a la Tierra y se lleva a los niños cuando las madres se descuidan. por eso los honbres no se alejan de sus toldos por las noches, no se unen con sus mujeres en luna llena y convocan a los hechiceros para que, con sus cantos, destruyan el influjo de Krah. Muchas veces la maldicen levantando sus puños hacia el cielo, ordenándole que se vaya y deje de enviarles tormentas y enfermedades. Ella, como si obedeciera, desaparece por unos días, pero luego, burlonamente, vuelve a asomarse. Una vez cada tanto, Krah no adelgaza sino que empieza a ponerse oscura y permanece así, como tiznada por el odio. Entonces los onas siguen el mandato de sus hechiceros y resisten ensimismados, rogando todos juntos para que pasen pronto las horas angustiosas del eclipse. (*)
(*) Fuente: Leyendas de la Tierra del Fuego, comp. ArnoldoCanclini, Ed. Planeta, Ciudad de Buenos Aires.